La histórica Declaración de Derechos de 1689 le permitió a Inglaterra forjar un parlamento autónomo, independiente y libre de las acechanzas contra la representación congresal. Este como expresión de plurales intereses colectivos canalizados por los partidos políticos, contó con las prerrogativas de la inviolabilidad parlamentaria y la inmunidad, como salvaguardas al imprescindible control político. La inmunidad tiene un sentido y una razón de ser; pero necesita que el Parlamento exista sobre la base de un cabal sistema de partidos políticos y una representación ciudadana a través de estos, para que la inmunidad sirva para los fines para los cuales fue creada.
El Parlamento de hoy, en parte no expresa intereses generales; sino que cobija contra natura a gestores de su propio beneficio.
En ese contexto la inmunidad no protege la pugnacidad política y la fiscalización a nombre del pueblo, sino que sirve de valladar para los proclives a la corrupción.
Han existido y existirán respetables ciudadanos que, en nuestro nombre, han ejercido en tiempos recientes y seguro lo harán en los venideros, de manera honesta y consecuente la representación parlamentaria.
Lamentablemente, en nuestro país, los partidos han sufrido los embates de las dictaduras recientes (las declaradas y las implícitas) y la captura por los ávidos del poder por el poder. Nuestras organizaciones en gran medida carecen hoy de ideologías orientadoras de su actuación; así como militancias consecuentes con su predica.
Asimismo, por falta de control interno o por la venta de postulaciones vienen presentando a la ciudanía, candidaturas reñidas con la moral social. La historia de vida o el testimonio de actuación política ya no existe; solo queda constatar por nuestro descuido, el prontuario y la larga lista tropelías en el seno de la sociedad civil.
Los grupos de poder informal y la avidez personal por los actos de rapiña han generado la toma de parte del Congreso, a través de bandas inorgánicas como los “niños” y los “mocha sueldos”. Mas aun, con similar descaro han aparecido aquellos que con el alias del “come pollo”, el “roba cable y el “plancha camisas” entre otros, han desnaturalizado la idea de la representación.
Aspiramos que las actuales muestras de dignidad congresal se puedan acrecentar en el futuro; y que con ellos se pueda recuperar para el congreso, su majestad moral; empero por ahora, es mejor no darles a los advenedizos de la política, el pasaporte a la impunidad.
Que los partidos (los verdaderos) hagan su tarea; que las organizaciones de compra y venta de curules, reclutadores de la carroña social desparezcan. En ese contexto, conseguido el objetivo de liberarnos de esta nueva plaga: bienvenida la inmunidad.
Que los ciudadanos ejerzan responsable y conscientemente la opción del voto preferencial, para que puedan darse una representación integra y cabal.
Cabe advertir que esta discusión sobre la reposición o no reposición de esta prerrogativa parlamentaria, no debe permitir que nos descuidemos de la necesidad de forjar una reforma del Ministerio Público; otrora garante de la legalidad.
Es cierto que parte de la representación parlamentaria ha manchado el institutito de la inmunidad; pero es cierto también que la “toma” del Ministerio Público por parte de gestores de la política extra partidos, se cierne contra aquellos que con lealtad a los valores de la Constitución se enfrentan a otras formas actuación perversa, en el seno de nuestra sociedad política.