A pocos días de la finalización de su mandato como presidente de Estados Unidos, Donald Trump está dejando un legado que no solo complica la situación interna sino también a las relaciones mundiales. La figura del presidente que era una figura unificadora que intentaba ponerse por encima de las rencillas, Trump deliberadamente la polarizó y dividió y para muchos lo que hizo fue Latino americanizar la presidencia, con saltos y sobre saltos tanto interiormente como internacionalmente.
Dentro de EE. UU., Biden empezará a gobernar con fuertes tensiones sociales, enfrentado, dividido e institucionalmente resquebrajado. La polarización es más que evidente y aunque Trump abandone la presidencia, sus seguidores extremistas y fanáticos seguirán presentes en el escenario político para seguir presionando por desconocer el resultado electoral lo que llevaría a actos de violencia.
Internacionalmente deja una de las peores crisis en las relaciones con China y, debe recuperar su espacio en el liderazgo del diálogo internacional en temas como el cambio climático regresando al Acuerdo de París o la lucha contra la pandemia regresando a ser parte de la Organización Mundial de la Salud, especialmente cuando el COVID en Estados Unidos está fuera de control.
A Trump la historia lo recordará mas que por sus aciertos y desaciertos, como el que a toda costa y contra la voluntad del pueblo nunca aceptó su derrota electoral, trató por todos los medios cambiar los resultados electorales ya sea desde la vía legal en todas las instancias donde fue derrotado, desde la vía de la amenaza a las autoridades de los estados que son de su propio partido para que “encuentren” votos a su favor; y, lo mas grave desde la intención de evitar que el Congreso certifique la victoria de Biden como presidente.
Trump deja como legado que el uso de la violencia y a la fuerza es la única forma de conseguir las cosas cuando no se tiene razón y, es que al promover que sus seguidores asalten el Capitolio cierra su ciclo presidencial por ahora, aunque los días faltantes pueda que tenga otra de sus “sorpresas” para seguir polarizando al país y para crear un mayor caos cuando Biden asuma el poder.
La polarización ha despertado a los grupos de extrema derecha y extrema izquierda, dispuestos a recurrir a la violencia, como los Proud Boys o Antifa. En el interior del Partido Republicano que lo llevó al poder hay una crisis institucional y de liderazgo, Trump terminó conquistándolo, a pesar de las resistencias iniciales. Si Trump decide iniciar su campaña con miras a las elecciones del 2024 ya sea apropiándose del partido Republicano o desde su grupo MAGA (Make America Great Again), lo que puede suceder es que se partan en 2 e incluso sea el inicio de un tercer grupo político grande, rompiendo el modelo del bipartidismo en el poder, aunque legalmente participen otros grupos políticos sin éxito alguno. Aunque valga en verdades, los republicanos necesitan a Trump porque no tiene líderes alternativos.
Trump es impredecible y una persona así que tiene poder y con autoridad para iniciar una guerra es peligrosa. Por eso líderes políticos demócratas, algunos republicanos y de liderazgo social piden su renuncia, o que su gabinete aplique la enmienda 25; o, que el Congreso lo destituya.
Trump nunca va a renunciar, excepto si dicha acción lo va a beneficiar en el futuro de alguna forma. Sobre la Enmienda 25 de la Constitución, despojarlo de sus poderes a través de este mecanismo es un proceso sumamente complejo.
La enmienda número 25 de la Constitución principalmente fue diseñada para aclarar el orden de sucesión presidencial. Las primeras tres secciones se ocupan de los casos en los que un presidente renuncia, muere o se enferma o se encuentra temporalmente incapacitado.
La cuarta sección establece un proceso de varios pasos para que el vicepresidente y una mayoría de miembros de su gabinete declaren que el presidente está “imposibilitado de ejercer los derechos y deberes de su cargo”.
El primer paso sería que el vicepresidente Pence y una mayoría del gabinete le hicieran llegar una declaración por escrito al presidente provisional del Senado y la presidenta de la Cámara de Representantes, comunicándole que Trump está “imposibilitado de ejercer los derechos y deberes de su cargo”. Eso le quitaría de inmediato a Trump los poderes de la presidencia y Pence sería el presidente en funciones.
Sin embargo, la enmienda le daría oportunidad a Trump de enviar de inmediato una declaración por escrito a ambas cámaras diciendo que, de hecho, sí es capaz de llevar a cabo sus funciones, lo cual le permitiría inmediatamente volver a entrar a funciones a menos que nuevamente Pence y el gabinete envíen en un plazo de cuatro días otra declaración a los líderes del Congreso donde reafirmen sus preocupaciones. Pence volvería a tomar el mando.
Una declaración de esta naturaleza requeriría que el Congreso sesione en un plazo de 48 horas y vote en un plazo de 21 días. Si dos tercios de los integrantes de ambas cámaras estuvieran de acuerdo que Trump es incapaz de continuar como presidente, entonces se le retiraría permanentemente del cargo y Pence seguiría como presidente encargado. Si no se consigue el voto suficiente, Trump retomaría sus funciones.
La otra alternativa es que se le haga un proceso de censura (impeachment). La presidenta de la Cámara de Representantes en una carta enviada a todos los miembros de la Cámara de Representantes ha comunicado que iniciará el proceso contra Donald Trump por los “actos peligrosos y sediciosos” si el presidente no dimite de forma “inmediata”.
El objetivo de los demócratas de llevar rápidamente a juicio político al presidente Donald Trump ha ganado apoyo, y algunos republicanos lo apoyarían ya que han condenado el papel del mandatario en el asalto al Capitolio.
Este nuevo proceso de censura seria su segundo juicio político en 4 años de su gobierno y los cargos por los cuales seria acusado son de incitar a la insurrección. Esta semana es decisiva para este proceso constitucional, de llevarse a cabo hoy lunes se presentaría la propuesta en la cámara baja y la votación podría ser posible el miércoles, exactamente una semana antes de que el demócrata Joe Biden se convierta en presidente el 20 de enero.
Los artículos, si son aprobados por la Cámara de Representantes, podrían luego transmitirse al Senado para un juicio, y los senadores actuarían como jurados que, en última instancia, votarían sobre la absolución o condena de Trump. Si es declarado culpable, Trump sería destituido de su cargo y reemplazado por el vicepresidente. Si la cámara baja decide presentar un juicio político, lo más pronto que el Senado podría comenzar un juicio político según el calendario actual sería el 20 de enero.
Hay un ultimo elemento a analizar que es el hecho que Donald Trump se indulte a si mismo antes de dejar la presidencia. Hay muchas discusiones a nivel constitucional si procede que un presidente se indulte a si mismo y evitar ser procesado y enjuiciado por delitos de función que haya cometido.
La Constitución de 1789 atribuye al presidente la capacidad de indultar, sin distinguir si esta rige antes y/o después de que el Congreso certifique que será otro quien habite la Casa Blanca. El Presidente tendrá el poder de conceder indultos y perdones en los casos de delitos contra los Estados Unidos, excepto en los casos de impeachment (artículo II, párrafo 2). Y por extraño que pueda parecer esos indultos pueden ser preventivos, es decir, sin que medie ninguna condena; y, así lo dispone el precedente del Caso Garland en 1866 donde el Tribunal Supremo confirmó el indulto del presidente Andrew Johnson a un senador porque se trata de “un poder que puede ser ejercido en cualquier momento después de la comisión de un delito, ya sea antes de que se inicie el proceso judicial, o durante su tramitación, o después de la condena”
Uno de los indultos preventivos más famosos es el que el presidente Gerald Ford otorgó a su antecesor en el cargo, Richard Nixon, en septiembre de 1974. Pensado para protegerlo de una investigación penal por el caso Watergate, el perdón fue, finalmente, muy amplio: perdón total, definitivo y absoluto (full, free and absolute pardon).
Por su parte, el presidente Jimmy Carter concedió un indulto preventivo en enero de 1977 a miles de desertores de la Guerra de Vietnam, un caso de evidente contenido político. Algunos presidentes han ejercido el poder de indultar para perdonar a familiares, amigos y colaboradores políticos y Trump lo ha hecho en las últimas semanas.
El presidente Ronald Reagan indultó en 1993 al exsecretario de Defensa, Caspar Weinberger, acusado en el caso Irán-Contra de la década de 1980 por el que ilegalmente se vendieron armas a Irán y se apoyó a la guerrilla nicaragüense contraria al Gobierno sandinista con el dinero de la venta.
Hay precedentes de indultos concedidos en los últimos días del mandato presidencial. Incluso en el último día, como los que hizo el presidente Clinton a 140 personas en 2001, tan discutidos que fueron denominados “perdones de último minuto” y en los que su hermano y su cuñado fueron acusados de tener un lucrativo papel de intermediarios.
Con estos antecedentes según medios de prensa Trump habría tenido la tentación de auto indultarse, de ser así se estaría añadiendo de forma implícita una enmienda a la Constitución para situar a este por encima de la ley. Tal vez lo que mas le conviene es dejar el cargo ya sea renunciado o por la Enmienda 25 para que Pence lo indulte. En caso tenga que dejar el poder por el juicio político, no procede el indulto.
Esta semana de caos hospitalaria y de atención en salud cuando se llegue a 23 millones de contagios y 400 mil muertos por el COVID, la atención de los líderes políticos se centra en el futuro de Trump y el de Trump se centra en terminar su mandato o salir indultado. Mientras para millones de habitantes la atención está en evitar contagiarse y tener comida cada día.
Hasta la próxima semana.