Bicentenario: El poder ciudadano y la Representación Nacional. «Promoviendo una educación cívica en el Perú»

Ejercer el gobierno de una nación es asumir las riendas de su destino y sentir como si fuese propio el peso de las necesidades de todo un pueblo. El gobernante juega un papel similar al de un gran proveedor, porque quien gobierna deberá proveer a su pueblo no sólo de necesidades materiales y espirituales —como gozar de paz y tranquilidad— sino que además deberá forjar un liderazgo que permita la unión, la solidaridad y el respeto entre las naciones.

 Hemos estado constantemente al borde de la desesperación por todos los entretelones y confrontaciones políticas entre poderes del Estado, que se han suscitado durante estos últimos años, pero mayor incidencia en este último quinquenio que se acaba en julio de 2021.

Nos preguntamos ¿De qué le serviría al pueblo, las obras de un gobernante si él deja incógnitas acerca de su actuación y del entorno político que lo rodea? Quien gobierna una nación debe asumir como suyas las necesidades de los demás, pues esto es lo esencial para ejercer el poder con justicia, libertad, protección y paz. A esto se llama también Bien Común, una noción sencilla pero que ha perdido validez por quienes asumen la representación nacional, hipotecando sus intereses personales y/o políticos antes que los nuestros.  

 El conductor es el presidente de la República, pero el gobierno lo hacemos todos.  El gobierno no lo hace una sola persona, el presidente de la República no puede gobernar solo pues hay que convocar a las inteligencias humanas con experiencia para asumir las riendas del país.

En esta convocatoria hemos fallado, el constante cambio de ministros como ha venido sucediendo en nuestro país obedece, por un lado, a una falta de idoneidad en el cargo, inexperiencia o porque son censurados u obligados a renunciar por circunstancias de la vida política.

El que gobierna debe ser consciente además de que el poder conferido no le pertenece. El pueblo elige, es quien expresa su consentimiento para que así sean las cosas, sólo el pueblo tiene el poder de otorgar ese consentimiento anhelado por muchos.

Quienes nos representan tienen la obligación de proveer, como parte de su política, cinco condiciones básicas: justicia, paz, salud, educación y libertad. Esto es la esencia de la responsabilidad de un gobernante y de todos los actores de la sociedad, políticos, partidos, instituciones, gremios, sindicatos, etc.

A los aspirantes al gobierno y a la clase política es necesario recordarles que al pueblo no se llega con palabras adornadas ni con falsas lealtades. Se llega a él siendo parte de él; sí en verdad aman a su patria, tienen que presentarse apoyados en bases sólidas, contando con formación política, moral y cultural; desprovistos de toda improvisación para ofrecer realmente algo serio y viable acorde con sus necesidades. No deben prometer lo que no van a cumplir, pues este viene siendo el error constante de quienes aspiran a la más alta magistratura de la nación.

El aspirante al gobierno debe ser una persona con un comportamiento transparente, con fuerza espiritual y moral, pues hay que aprender a ser siempre uno mismo, no importa el lugar en que nos encontremos o el cargo que desempeñemos. Debe aprender a amar al país para sentir respeto por su pueblo. La firmeza, el amor, el servicio, la humildad, la justicia, la ponderación, la ecuanimidad y la sabiduría son la esencia para gobernar un país.

A la clase política y a la ciudadanía en general:

Los gobernantes y las autoridades no deben apoyarse en el egoísmo sino en la humildad. El poder es una herramienta valiosa para lograr el beneficio del país; quienes lo ejercen no deben permitir que el poder se sirva de ellos envenenando su corazón y sus pensamientos.

Lo que el pueblo necesita es una clase política con personas accesibles a sus demandas. El poder es la fuerza magnificada para hacer tal o cual cosa, simplemente lo decretas y se hará. El ego, es una constante en las esferas políticas; destruye a las personas y las convierte en inaccesibles y soberbias.

Entonces, ¿qué podemos hacer para evitar que un gobernante se contamine con el ego? Al ego se lo vence con la humildad; nadie debe asumir una personalidad que no es la suya. Por más que uno desempeñe cargos importantes, eso no le da el derecho de maltratar a nadie o atropellar los derechos de otros o lo peor de todo “oprimir a su pueblo”

La humildad no está en función de las condiciones socioeconómicas o políticas. Ni el poder ni el ego tienen por qué hacer del gobernante una persona distinta de la que en verdad es. Humildad es reconocer que el poder que le ha sido conferido es para gobernar una nación y no para el uso propio o de tus allegados.

El gobernante que no sepa equilibrar el poder que se le dio, poco le importará que su pueblo demande necesidades o atención. Nadie fue elegido para perpetuarte en el cargo que ocupa ni para oprimir a su pueblo; todos fueron elegidos para gobernar en nombre del pueblo y no a espaldas de él.

¿Qué significa gobernar con equilibrio? Actuar y tomar las decisiones con ecuanimidad y ponderación. ¿Estamos listos? Quien gobierna a una nación debe aprender a gobernarse a sí mismo.

Los contratiempos en un gobierno están a la orden del día, lo importante es cómo resolverlos. Si el gobernante está fuera de sí, no logrará nada y la confusión reinará. ¿Cómo pueden los hombres gobernar un país si no son capaces de gobernarse a sí mismos? En los actos más simples debemos comenzar a practicar el autocontrol.

 Al expresar su consentimiento, el pueblo delega el poder a una persona que viene a ser el gobernante o nuestros representantes. Con este expreso consentimiento se les da, la oportunidad para satisfacer el bienestar general de todos y de todas.

A la clase política y a la ciudadanía en general:

El pueblo tiene la primera y la última palabra, hoy, mañana y siempre. Los políticos no deben olvidar que ejercen el poder sólo temporalmente y no pueden aferrarse a éste. Los gobernantes no deben trabajar solos, es necesario promover la cooperación y estrechar los lazos de solidaridad entre ellos y el pueblo al que representan. Mientras dure su mandato, el pueblo debe ser el centro de su atención y de su corazón, porque la voz del pueblo es la voz del Todopoderoso.  ¿Acaso gobernar no es también una responsabilidad compartida? ¿No son los ciudadanos quienes eligen a sus representantes? Al elegirlos, el pueblo delega en ellos sus intereses y por eso debe estar permanentemente interesado en lo que hacen. Esto no quiere decir que los ciudadanos sofoquen a quienes los gobiernan, pero sí que los vigilen para que cumplan todos sus compromisos.

El pueblo espera que el poder se ejerza con libertad, pues ahí donde un gobierno es contaminado por la corrupción, la violencia, el menosprecio y la indiferencia desaparecen la libertad y el respeto. Es mejor que quienes gobiernen así den un paso al costado porque el pueblo no merece ese trato, porque la autoridad que actúa así está faltando a la confianza del pueblo que la eligió.

A la clase política y a la ciudadanía en general:

Los gobernantes y las autoridades deben desempeñar su papel con tranquilidad. El pueblo no puede sofocarlos con su desesperación porque las decisiones políticas siguen un orden. Ciertamente, el poder es del pueblo y a éste le corresponde pedir cuentas ajustándose a la ley. Pero también es necesario concederles a los gobernantes el tiempo que requieran, lo que no equivale a que abusen de la paciencia de su pueblo.

Valga la ocasión para recordar lo que dijo Abraham Lincoln: “El gobierno es del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Si esto es así, entonces los políticos de todo el mundo jamás deben olvidarlo cuando se sienten a gobernar.

  • Rendir cuentas al pueblo

 Cada gobernante asume una herencia. ¿Cuál es? Son todos los activos y los pasivos que van dejando los anteriores regímenes. El pueblo no puede pretender exigir a sus gobernantes que hagan maravillas porque, en principio, ellos también son seres humanos y pueden errar.

El pueblo tiene derecho a acceder a toda la información y de esta manera evitar anticipar juicios inexactos. Tenemos el derecho de conocer en qué condiciones han dejado su casa. Quien asuma el gobierno también debe saber priorizar los temas que requieren atención más urgente.

Gobernar una nación es una tarea muy complicada. Los aciertos y errores en las políticas deben darse a conocer permanentemente y no sólo al final de un mandato. Desde que comienza su período, un gobernante debe dejar bien en claro al pueblo en qué condiciones asume el poder y qué medidas se van adoptar.

 Es preciso tener una visión de futuro como país y no una visión circunstancial o coyuntural. Un pueblo surgirá en tanto tenga una visión dirigida al futuro. ¿Qué significa esto? Ir sembrando para cosechar después. Uno de los más graves errores de los gobernantes es la desesperación por hacerlo todo mientras dure su mandato, como si en cinco años se pudiera lograr el desarrollo social, económico, político y cultural. Las políticas de Estado en donde se esbozan nuestros intereses nacionales tienen que mantener una línea de continuidad eso es tener visión de futuro.

  • Dialogar y no prometer lo que no se va a cumplir

¿Qué nos ha faltado? Dialogar más. El pueblo tiene que sentir que sus representantes no son personas inaccesibles. El diálogo permanente ayuda a construir una forma de gobierno más justa y equilibrada.

No hay que prometer nada que no se va a cumplir, porque la promesa trae una responsabilidad. De la misma forma en la que un gobernante engaña o traiciona, así será engañado y traicionado. Por eso, es importante que quienes van a ejercer el poder afiancen sus valores, principalmente el de la honestidad. Un gobernante no debe perder la capacidad de dialogar con su pueblo, jamás debe ser indiferente ni actuar a espaldas de él.

El pueblo peruano no puede ni debe dejarse seducir por los políticos con promesas que no han de cumplir.

La promesa incumplida conlleva no sólo el desprecio de un pueblo sino su propio desprecio.

Una persona que no cumple lo que promete no actúa con honradez, y si no tiene honradez ¿Cómo pretende honrar los compromisos adquiridos?

  • Necesidad de contar con partidos políticos sólidos

Nuestro país necesita a los partidos políticos, pero no en cantidad sino en calidad. Las agrupaciones políticas improvisadas o que se crean sólo con el ánimo de obtener el poder son detestables.

Los políticos deben aprender a actuar con serenidad. Muchas veces hemos sido testigos de actitudes apasionadas que los han llevado a insultarse entre ellos. Por más difíciles que sean las circunstancias, no debe perderse la serenidad para actuar, la tranquilidad para reflexionar y la firmeza para decidir.

La clase política debe ser consciente de que el poder está en el pueblo. El poder está en cada uno de nosotros

La actual clase política ha demostrado que es incapaz de representarnos, y debido a su acentuada indiferencia hacia nuestras necesidades y a su improvisación hoy contamos con un menú electoral lleno de aspirantes al gobierno sin trayectoria política. Tenemos 20 candidatos presidenciales quienes y hasta el momento “nada” pretenden gobernar y no proponen soluciones a los temas de actualidad.

¿Cómo se ha de sentir representado el pueblo por políticos sin trayectoria cuyo comportamiento generan desconfianza? Políticos que a sabiendas que tienen asuntos pendientes con la justicia así sea en fase de investigación preliminar se atreven a postular a cargos de elección. 

Se requiere personas decentes cuyos pensamientos, palabras y acciones sean sólidos. Quienes dicen llamarse líderes políticos o buscan representar al pueblo deben tenerlo en cuenta.

A la juventud

Sin duda alguna, la juventud es la esperanza de un nuevo amanecer. Por ello, invoco a los jóvenes a que, antes de decidir, se preocupen por conocer y estar informados, para que su voto sea consciente y responsable.  Es bueno que la juventud participe en la política pensante, en el debate de ideas,  que aporte para la construcción de un país con bases sólidas.

De nosotros depende que no volvamos a cometer los mismos errores históricos. Si en verdad amamos a nuestro país, no nos dejemos engañar por el apasionamiento de uno y la desesperación de muchos. El pueblo tiene la primera y la última palabra, hoy y siempre.

Todo ello debe conducirnos a una seria reflexión: ¿hacia dónde vamos? ¿Qué gobernante queremos? ¿Qué clase política queremos elegir para el Congreso de la República? ¿Qué exigimos como pueblo? ¿Y qué nos exigen los políticos a nosotros?

En los actuales tiempos, los seres humanos cada vez somos más exigentes. Eso es muy positivo si lo vemos desde la perspectiva de desear ser siempre mejores personas y valorar lo nuestro. El contacto con el pueblo es algo que jamás se debe perder. El pueblo ha hecho sentir con claridad que las autoridades políticas y los gobernantes están muy distantes de nosotros, y lo que “ellos” no pueden corregir, lo hará la ciudadanía saliendo a las calles”

Finalmente, el Perú no necesita de ideas extremistas o radicales que conducen a caminos inciertos y de confrontaciones de todo tipo. Se necesita encontrar un equilibrio para gobernar una nación y eso se obtiene concertando con los partidos políticos, mas no pactando, que es distinto. Concertar significa llegar al punto de equilibrio en los objetivos trazados para gobernar; para ello se necesita una actitud realmente seria de los partidos y que no se sometan a condiciones hasta el punto de comprometer la dignidad del país.

Cuando los seres humanos descubran que son capaces de dar los mejor de sí mismos, harán del mundo y de sus naciones una fuerza invencible y llegarán al equilibrio.

Sobre Lesly Llatas Ramírez

Abogada, docente y Magister en Derecho Constitucional y Derechos Humanos. Especialista en Derechos Humanos, Internacional, Internacional Humanitario y Constitucional.

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