Reflexiones de segunda vuelta

La segunda vuelta ha llegado. Nuestro Perú está fraccionado en tres partes: los que votan por Keiko Fujimori, los que votan por Pedro Castillo; y, los que creemos en que los resultados deben ser respetados por todos dentro del marco de la democracia, respetando los pesos y contrapesos, sin abusos de poder, sin amenazas de golpe de estado; y, un gobierno nuevo que asuma la responsabilidad histórica de devolver la confianza en que el país es de todos y no de unos cuantos.

 Unas breves reflexiones sobre lo que nos ha tocado vivir en esta campaña para la segunda vuelta. El próximo 6 de junio acudiremos a las urnas de votación a elegir Presidente para los próximos cinco años, culminando así un proceso electoral que se ha desarrollado en medio de altos índices de confrontación, agresividad y violencia política como nunca había pasado desde 1980. Vivimos una fase previa a la segunda vuelta especialmente convulsa que ha carecido lamentablemente de debate de las propuestas programáticas reales de los candidatos presidenciales.

La campaña ha estado llena de insultos, acusaciones y ataques, entre otras actitudes que una vez más han pervertido a la política y hacen que ésta sea percibida nuevamente como sinónimo de engaño, demagogia barata, aprovechamiento, manipulación, discriminación, odios, etc. donde la mayoría de la población quedó irremediablemente expuesta y sin alternativa a los discursos virulentos y a las promesas ilimitadas de siempre donde lamentablemente, algunos medios de comunicación contribuyeron para generar miedo de uno y otro lado y crear más polarización.

Es lamentable que los candidatos Castillo y Fujimori no hayan concretado estrategias y planteamientos susceptibles de ser considerados verdaderas opciones para el desafío que tenemos

pendiente, especialmente en acciones que reviertan la situación de pérdida de gobernabilidad que aqueja al país que generan actitudes negativas que definen nuestra convivencia en permanente violencia, confrontación, conflictividad y enorme desigualdad que provoca altos índices de precariedad social y económica.

Las ofertas dadas por los candidatos no han sido sustentadas en el cómo lo que impide tener información confiable sobre qué políticas, estrategias y programas pondrían en marcha al tomar posesión de la Presidencia de la República. Esto obviamente ha fomentado el rumor, la desinformación, la incertidumbre, la falta de confianza; y, la proliferación de especulaciones que genera temor en la población.

Gane quien gane, va a corresponder a la ciudadanía la tarea de ser más demandante e impedir que se desnaturalice la política. Debemos fortalecer a la institucionalidad democrática, aceptar la necesidad de ajustes para respetar los derechos humanos, crear condiciones de igualdad para todos; y, especialmente incorporar al estado a los peruanos que históricamente han sido excluidos y solo buscados cuando hay elecciones.

Votar no es entregar un cheque en blanco, ahora más que nunca es indispensable adoptar un compromiso ciudadano de participar con seriedad, responsabilidad, objetividad y sentido crítico en la fiscalización del ejercicio del poder público, demandar sin tregua el ejercicio pleno de los controles democráticos; y, comprometernos con quien resulte ganador para ayudar a reconstruir el tejido social, respetar la decisión del pueblo, escuchar a la oposición y crear las condiciones para un país unido. Esta podría ser nuestra última oportunidad.

No olvidemos que el país se ha visto gravemente afectado por la pandemia, con un descenso del Producto Bruto Interno de 11.1 % en el 2020 el mayor retroceso en 30 años, caída del empleo en promedio 20%, colapso de los sistemas de salud, incremento de la extrema pobreza y pobreza; y, la incompleta ayuda social del gobierno para proteger a la población vulnerable y apoyar a las empresas, etc. Agregado que el déficit público aumentó a 8,9 % en 2020, desde el 1,6% del año anterior, la caída de los ingresos por la impactante contracción de la actividad económica.

La crisis política de este quinquenio que termina con cuatro presidentes y dos congresos y el comportamiento de la clase política tradicional, fueron las causas del despertar de la población que en su mayoría estaba permanentemente esperanzada en que algún día lleguen los cambios necesarios para salir de la pobreza. De nada vale demostrar cifras macroeconómicas para demostrar que somos un país pujante, cuando millones de personas no pueden alimentarse a diario.

Gane quien gane debe entender que necesitamos un gobierno capaz de transformar la desigualdad en igualdad y la injusticia en justicia, que lleve agua y desagüe a todos los peruanos; a una educación pública de calidad; a un servicio de salud pública sensible, oportuno y eficaz; a formalizar el país: a contar con una infraestructura para el desarrollo de los pueblos; y, a liberar a los peruanos de la corrupción, de la discriminación, de la inseguridad; y, del delito. Ser presidente parta todos y no para algunos.

Necesitamos un gobierno que sepa dialogar y consensuar, que sea tolerante y a la vez fuerte, que sea para todos y trabaje con todos, que apoye al excluido y olvidado, que sea honesto y solidario y capaz de alcanzar la justicia social, respetando los derechos humanos y trabajando cada día en la reducción de la pobreza para hacer un país por fin diferente.

Hasta la próxima semana.

Sobre Luis Felipe Polo

Doctor en Teología, MBA, docente y experto en resolución de conflictos y derechos humanos.

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