En su obra “La democracia en América”, Alexis de Tocqueville hace una predicción que se ha venido cumpliendo y que ahora recobra actualidad, si es que Vladimir Putin reconstruye el imperio que tiene en mente.
Siglos después, cuando empezó a liberarse del dominio de la Horda de Oro mongola, Rusia inició su gran etapa expansionista hacia el este y tomó posición de los reinos mongoles de Asia central. La expansión imperial rusa continuó bajo el reinado de Pedro el Grande, que empezó a occidentalizar su imperio, una tarea que logró un gran auge con Catalina II, que fue alemana, pero que supo integrarse y acostumbrarse a la cultura de los rusos.
Durante la Segunda Guerra Mundial, bajo el gobierno del tirano Iósif Stalin, la URSS derrotó a los ejércitos nazis en unas batallas infernales en las que, en defensa de la “Madre Patria” rusa, murieron aproximadamente cuatro millones de ucranianos. Ucrania, como una serie de naciones, sufrió el yugo del totalitarismo soviético hasta que, luego de las reformas llevadas a cabo por Mijaíl Gorbachov, alcanzó su independencia.
Esto es lo que ahora Rusia no le reconoce a Ucrania, arguyendo que no puede entrar a la OTAN y luego integrarse a la Unión Europea, porque dicho ingreso significaría una amenaza para su seguridad. Entonces, en nombre de esa seguridad, frente a la potencial amenaza de los que ellos llaman Occidente, Putin ordenó la invasión y la justifica por cinco razones: la “desnazificación” de Ucrania, su desmilitarización, el reconocimiento de la independencia de Crimea y el reconocimiento de la independencia del Donbás, una región al este de Ucrania.
Rusia actualmente tiene una economía como la mexicana; es decir, mediana a nivel mundial. A eso debe sumársele que ha desatado una guerra cuyas consecuencias no sabemos hasta dónde pueden extenderse. Por esa injusta intervención militar, debido al delirio de grandeza de Putin y su séquito de oligarcas, su país está sufriendo las consecuencias de otra guerra: la económica. La magnitud de esta medida y el rechazo mayoritario del mundo que se manifestó en la votación de la ONU está afectando al pueblo ruso, donde muchos ya salieron a protestar pese a la represión ordenada por el dictador que considera estas medidas como “una declaratoria de guerra”.
Ante esto, pueden pasar dos cosas. Si la OTAN, encabezada por EE.UU., decide intervenir en esta guerra, sería un desastre mundial. Pero, si no interviene, sería el desastre de Ucrania, porque el heroico pueblo ucraniano no dejará de luchar aún en la derrota. Siempre habrá resistencia, como la de Andrés A. Cáceres en el Perú, la de Jean Moulin contra los nazis en Francia y la de los partisanos en la ex Yugoslavia. Solo para dar unos ejemplos. La vida es un valor supremo, pero cobra sentido cuando decidimos libremente nuestro destino.
Fuente / Diario El Comercio