La campaña para la segunda vuelta recién empieza. La sociedad comienza a dividirse, por un lado, están los que apuestan por la continuidad de la Constitución bajo un modelo económico que no ha contribuido para acabar con las causas ni con la pobreza; y, por el otro, quienes proponen un cambio de Constitución y un nuevo sistema económico cuyo objetivo sería crear mejores condiciones de vida para mitigar tanta pobreza en el país.
Estimaciones de entidades multilaterales estiman que la pandemia del coronavirus creó en el 2020 más de 1.8 millones de nuevos pobres en Perú, alcanzando el índice de pobreza a 27.5 % de la población, casi seis puntos porcentuales arriba con relación al 2019. Es decir, a los millones de pobres que ya había, la crisis sanitaria puso a 1.8 millones más de personas en situación de pobreza. Si bien es cierto que los bonos ayudaron en algo para que estas cifras no fueran más dramáticas, es obvio que, si para el 2021 no hay transferencias monetarias a los sectores más golpeados, la pobreza permanecerá en unos 4,8 puntos porcentuales por encima de los niveles previos a la crisis sanitaria.
El Fondo Monetario Internacional reconoce que con un historial de gestión fiscal prudente y una deuda pública contenida dentro del límite de 30 % del PIB hasta 2019, Perú había logrado reducir a la mitad la pobreza en los últimos quince años, cuando el crecimiento económico promedio del país fue de 5,2 %. Sin embargo, hay que reconocer que las cifras macroeconómicas son una cosa y la realidad de los más pobres en el país otra, el modelo económico en los últimos 30 años no ha ayudado en nada para disminuir las brechas sociales, económicas y políticas.
Defender a los pobres no es necesariamente ideológico, se trata de solidaridad, empatía, sensibilidad, justicia, amor por los demás, de luchar para cambiar las estructuras económicas y sociales para lograr que todos tengan los mismos derechos, las mismas oportunidades para que sientan que son incluidos en la tierra en la que nacieron.
Defender a los pobres no es quitar a los que más tienen para dárselos a los menos afortunados, se trata más bien de crear condiciones desde el Estado a través de políticas públicas que generen igualdad de oportunidades a través de un modelo económico diferente que sea realizable, justo y simple para lograr una justicia social para todos.
La injusticia estructural de la economía impacta especialmente en los más pobres que han sido y son víctimas de políticas financieras y económicas; prueba de ello son las estadísticas e informes que resumen en que existe demasiado dinero en las manos de pocos y demasiada pobreza en muchos.
Así como defender a los pobres no tiene ideología porque es nuestra misión como parte de la humanidad, tampoco debe ser ideológico defender los derechos humanos. Defender a los pobres y defender los derechos humanos no significa ser terrorista.
El terrorismo que causó tanto dolor y sufrimiento al país nunca más debe de regresar. El Estado debe cerrar filas desde todos los sectores sociales y políticos para que así sea, no hay justificación válida para el accionar terrorista, los terroristas han sido y deben ser sancionados por sus crímenes; y, también lo son quienes violaron y violan los derechos humanos a nombre del estado.
El país necesita unidad y no más divisiones. Necesita también el compromiso de los candidatos Castillo y Fujimori para fortalecer la institucionalidad de la democracia, acciones contra la pandemia con reactivación económica progresiva; luchar contra la pobreza; garantizar políticas de educación y salud de calidad y universal; y, fundamentalmente respetar los derechos humanos.
Necesitamos reconstruir el tejido social bajo un sistema económico y político que permita la convivencia pacífica entre todos, sin miedo al futuro y sin regresar al pasado nefasto y sangriento, donde el bien común esté por encima del bien individual, con inclusión de todos y garantizando los derechos humanos para terminar con años de angustia de millones de peruanos.
Hasta la próxima semana.