Hoy me tomo licencia y con la libertad de siempre para dirigirme a mis hermanos de la Promoción 80 “Egidio Viganó” del colegio Salesiano “Santa Rosa” de la incontrastable ciudad de Huancayo, lugar donde nací y estudié.
Hace 40 años en un mes de diciembre dejamos las aulas escolares para iniciar nuestros sueños y para enfrentarnos a lo que realmente es la vida en su máxima expresión. Las memorias de nuestra niñez, adolescencia y medio adultos con ustedes son imborrables y a pesar de que cada uno tomo caminos diferentes, la tecnología nos ha vuelto a unir y a regresar a esos años nuevamente. ¡Qué rápido ha pasado el tiempo!
Mi recuerdo sentido a quienes ya no están con nosotros, el sufrimiento de sus familias a quienes veíamos con respeto y afecto es eterno.
Como olvidar desde nuestro primer día de colegio en lo que se llamaba ‘transición”, los miedos y temores, las ansias de aprender, jugar, nuestra formación cristiana en valores, las canciones, los bailes de la región, los paseos y excursiones, el fútbol, las fiestas, nuestras peleas y el famoso “te apuesto para la salida”, los castigos y los paletazos que recibíamos de nuestros maestros porque era en esa época lo normal y aceptado, la papa rellena de la tienda de afuera, los recreos, nuestros profesores, los curas, las chicas del María Auxiliadora y de otros colegios, las kermeses, los festivales musicales, los ensayos para los desfiles escolares, los trabajos en grupo y comprar las famosas “laminas” para hacer más especiales nuestras tareas, etc.
Como olvidar nuestro amor por el país y nuestra cultura que nos inculcaron desde pequeños y a pesar de que toda nuestra época escolar fue con gobiernos militares, cada lunes honrábamos a nuestra patria. Crecimos con el uniforme único, cantábamos el Himno a la Revolución Peruana: “Con Velasco el Perú, ha alcanzado un sitial de insalvable altivez, de heroísmo y honor. Ha sonado el clarín, a la lucha te vas, y el llamado febril de ¡Vencer o morir! Nuestra Patria es invencible, conjurados con honor, hermanados por las armas, de una gran revolución, con el pacto bicolor.” Para terminar con el Kausachun Perú.
Crecimos en un ambiente político muy convulsionado, fuimos testigos del golpe de estado de Morales Bermúdez a Velasco en 1975, los toques de queda y la militarización de nuestra ciudad, las elecciones para la Asamblea Constituyente de 1978. Vivimos el regreso a la democracia de 1980 con elecciones libres, ver desfilar por la Calle Real a los candidatos presidenciales en carros descubiertos saludándolos y luego ir a la Plaza Huamanmarca para escucharlos, eran otras épocas y hacer política significaba servir a los demás.
Sentimos el horror del surgimiento del grupo terrorista Sendero Luminoso en mayo de 1980, cuando un día antes de las elecciones generales, quemaron las ánforas y las cédulas de votación en el pueblo ayacuchano de Chuschi, sin imaginar que costaría la vida a casi 80 mil peruanos y más de 25 mil desaparecidos en casi 20 años de enfrentamientos, donde las víctimas fueron principalmente civiles de nuestros pueblos andinos y amazónicos.
Tuvimos alegrías y discusiones interminables cuando Perú fue eliminado para ir al Mundial de Fútbol de 1974 y gozamos cuando nos clasificamos para el Argentina 78, coleccionamos los álbumes Navarrete, intercambiar las “figuritas” y pegarlas con goma o engrudo que al final salía más barato.
Fuimos una generación privilegiada. Podíamos jugar en las calles hasta tarde, andar en bicicleta sin necesidad de casco, ir de paseo con nuestras familias en carro sin cinturón de seguridad, no existían los celulares y tener en casa teléfono era un lujo. Si queríamos llegar más rápido al colegio o de regreso a casa, tocábamos los timbres de las casas y salíamos corriendo para que no nos descubrieran.
Definitivamente eran otras épocas.
En los últimos años, gracias al Facebook y al WhatsApp podemos estar en contacto casi a diario. Fue divertido ir encontrando en FB a nuestros amigos, algunos de ellos irreconocibles por los años, canosos, calvos, con kilos de más o de menos, etc. Pero todos, con el mismo espíritu salesiano, preocupados por el país, sensibles al dolor de los otros, solidarios y siempre amigos. Sin importar si eres de la U o del Alianza; de izquierda o derecha; católico o evangélico; civil o militar o policial; cura o agnóstico; y, aunque siempre hay algunos “roces” lo importante es que nos aceptamos como somos al margen de nuestros pensamientos. Ya hemos aprendido a ser más prudentes y al final la amistad nunca muere.
Los planes para celebrar nuestro aniversario 40 en persona se derrumbó por el COVID, muchos planes de millones de personas se han derrumbado en el mundo, pero no hemos sido derrotados. Ya habrá momento. Mientras tanto, ahora que empezamos a ser más débiles y sensibles de lo que éramos cuando nos conocimos, disfrutemos de cada momento, mantengamos la alegría de hace 40 años, hablemos con nuestros hijos y nietos de nuestras aventuras y dejémosles la huella de lo que aprendimos para trascender a través de ellos.
Seamos fuente inspiradora de los jóvenes de hoy, para que mantengan esa fe inquebrantable en que su tarea debe ser mejor que la nuestra y dejar para sus hijos y los hijos de sus hijos un mundo cada vez mejor.
Parafraseando a Don Bosco: “Trabajemos como si nunca tuviéramos que morir, y vivamos como si tuviésemos que desaparecer a cada instante.” A mi promoción, mi cariño permanente y mi agradecimiento, porque, después de tantos años y a pesar de todas mis impertinencias y defectos, aún me consideran su amigo.
Hasta la próxima semana.