Ante la lucha contra un enemigo común para la humanidad como el Covid-19, la Pascua de Resurrección ha significado para cientos de miles de personas un motivo de reflexión y a la vez de esperanza ante lo desconocido que está por venir.
Esta semana debemos estar llegando a 2 millones de personas infectadas oficialmente por el coronavirus y los fallecidos seguramente a 150,000, aunque las cifras son más dada la carencia de equipos para diagnosticar a los portadores del virus y a evacuar a los fallecidos en casas particulares sin diagnóstico definido.
Todos los estados han implementado casi las mismas acciones; es decir, cuarentena en nuestros hogares, cancelación de eventos públicos y privados, cierre de fronteras, restricciones de movilidad, etc. y cada país activa algún protocolo muy en particular.
Los gobiernos viven su peor momento político y social donde algunos pueden ayudar a los sectores más vulnerables, otros tratan de hacerlo y simplemente otros no pueden porque a pesar de todo no estaban preparados para este momento.
Las redes sociales se han convertido en un lugar de catarsis para todos seamos conocedores o no de cualquier tema y, es que si bien es cierto la tecnología ayuda a estar cerca a las noticias, análisis, percepciones y chismes nos brindan herramientas importantes sin quitar espacio a las que nos sirven de distracción también.
El inicio de la carencia de dinero en millones de hogares en el mundo significa una bomba de tiempo que en cualquier momento puede explotar lo que significaría un conflicto social que ningún estado estaría capaz de soportar y ocasionaría miles de muertos y heridos.
En algunos países donde aparentemente las acciones de mitigación están funcionando para evitar muertos y contagiados no está dando resultado, no es suficiente proclamar medidas, sino van acompañadas primero de transparentar la información por cruda y dura que sea; segundo emitir algún tipo de estímulo económico para evitar la desesperación de las personas; y, tercero, educar a la sociedad para que cumple con las acciones implementadas.
Aunque en los últimos días varios países por presiones de sus sectores empresariales están anunciando la posibilidad de levantar la cuarentena de alguna manera, nadie está en la capacidad de acertar lo que va a pasar con la humanidad.
Todo lo “normal” en nuestras vidas ha pasado a segundo plano para dar prioridad a nuestro instinto de sobrevivencia.
Si queremos ganar la guerra a la pandemia debemos de resucitar y mostrar una nueva humanidad sólida y solidaria.
Debemos de resucitar con una política mundial de si a la paz y no a la guerra. Debemos de resucitar priorizando políticas de salud y educación sin fronteras ni exclusiones.
Debemos de resucitar defendiendo a los derechos humanos como patrimonio de la humanidad y con pertenencia a todos.
Debemos de resucitar creando un nuevo orden económico donde nadie duerma sin comer cada día. Debemos de resucitar que los niños deben de jugar y estudiar.
Debemos de resucitar que las mujeres son lo más preciado que tiene la humanidad y nadie tiene que hacerles daño. Debemos de resucitar que nuestros padres y abuelos son el pasado lucido y dedicado por estas nuevas generaciones.
Debemos de resucitar que las minorías sexuales tienen los mismos derechos humanos que el resto de las personas. Debemos de resucitar que existirán migrantes entre países, mientras duren las desigualdades en sus países. Debemos de resucitar el que los estados existen para cumplir su finalidad de crear el bien común.
Debemos de resucitar que la realidad es más que la ficción y que nuestras vidas nunca volverán a ser las mismas; y, si de esta catástrofe no cambia la humanidad, de nada habrá servido los muertos que fueron y los que vendrán.
Hasta la próxima semana.
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