Diría que es casi axiomático el hecho que los antiguos y populares refranes contienen muchísima sabiduría y, recurrir a ellos como ejemplo, lleva a mejorar el diario comportamiento.
Uno de los dichos a los que me refiero es el de “JUSTOS PAGAN POR PECADORES”. Recordando expresiones populares, que sin ser refranes guardan mucha relación con ellos y explican bien determinadas situaciones, está el famoso “pagaron pato” el cual se refiere a que muchas veces son terceros los que tienen que afrontar los yerros de sus congéneres y sobre todo de sus allegados.
Se preguntarán con razón ¿a qué viene todo esto? La respuesta es muy simple, a hacer notar el pedido de algún religioso prominente del catolicismo peruano, en el sentido que el Sodalicio de Vida Cristiana debería disolverse y desaparecer a causa de las inconductas y supuestas inconductas de miembros del Instituto entre los que está su fundador. Esto es hacer pagar los platos rotos a quienes nada tuvieron ni tienen que ver con las inconductas a las que me refiero.
Las inconductas, pecados o delitos, son personales y tienen que ser enrostrados a quienes los perpetraron, pero no a toda su comunidad, como se pretende y con lo que disiento. De ello ya ha dado muestras la Iglesia en diversos y penosos casos. La responsabilidad por hechos atentatorios contra derechos sustantivos, corresponde a sus autores, quienes tendrán que responder ante la sociedad por ellos, pero no se puede pretender que terceros sean perjudicados con las sanciones.
Siendo las responsabilidades de carácter personal, tenemos que cuestionar actitudes muy corrientes y cotidianas. Si hay alguna persona notable en la sociedad y un pariente de ella comete un desatino, un desliz o incluso alguna falta o delito, inmediatamente se anuncia en los medios: “el sobrino de fulano o de zutano, cometió tal fechoría”. Nos preguntamos: ¿qué tiene que ver el pobre tío? Pues nada, pero lo involucraron indebidamente y, encima, si el responsable tiene que pagar alguna indemnización, se pretenderá que la pague el tío que nada tuvo que ver con el asunto.
Algo similar está pasando con la Congregación Sodalicio de Vida Cristiana al pretenderse su desaparición, afectándose al honor y prestigio de todos sus integrantes y, peor aún, terminando con un modo de vida en comunidad que los demás integrantes de la Institución escogieron libre y voluntariamente y afectando a muchas personas que al día de hoy se siguen beneficiando de sus obras pastorales.
Se han preguntado acaso los propulsores de la desaparición de la congregación a la que nos referimos: ¿qué pasará con los sacerdotes y religiosos que la conforman? Probablemente tampoco se habrán preguntado a dónde irán a parar los seglares, que, sin ser religiosos, forman parte de la entidad cristiana. Por supuesto, no han pensado tampoco en los alumnos, profesores y personal no docente de los colegios, institutos y universidades que directa o indirectamente conducen. ¿Alguien se ha puesto a pensar en los feligreses de las parroquias conducidas por sodálites, en varios países, y que están muy satisfechos de su relación con ella? Respuesta simple, no lo pensaron.
Necesitamos del humanismo cristiano que, aparentemente olvidaron para que justos no paguen por pecadores.
Fuente; EXPRESO – Lima, 28 de julio de 2023